martes, 4 de agosto de 2015

Evo y la Pachamama


De Tiquipaya a Tipnis
  

A pesar de todo se mantenían invariables los discursos, y Evo Morales seguía hablando de la lucha contra la pobreza, del “vivir bien”, de dignidad, de los derechos de nuestros hermanos indígenas a tener su territorio y su autonomía, de nuestra querida Pachamama, mientras que en los hechos se siguen explotando los recursos naturales sin piedad ni precauciones, y las plantaciones de coca invaden las reservas forestales y los parques naturales. ¿Será que nadie se acuerda ya, que la función de las áreas protegidas es justamente la de preservar los últimos pedacitos del planeta tierra que aún se mantienen naturales?

Bolivia organizó en abril 2010 una “Conferencia Mundial de los Pueblos contra el Calentamiento Global y por la Defensa de la Madre Tierra” en Tiquipaya, cerca de Cochabamba. Fueron invitados todos los movimientos globales anti-globalización y otras ONGs de diferentes credos, algunos presidentes amigos como Hugo Chávez y Cristina Fernández, además de varios movimientos sociales, indígenas e “interculturales” del MAS. Algo así como 20.000 personas y muy pocos baños disponibles.

Todos a Tiquipaya. Algunos comieron pollo, otros no.
Los grupos de ecologistas algo más serios, como LIDEMA y FOBOMADE, no fueron escuchados, especialmente cuando denunciaban el mal uso de los recursos, el avasallamiento de las áreas protegidas, el desbosque y la pérdida de la biodiversidad en Bolivia.
 
Evo Morales hizo un hermoso discurso, que dio la vuelta al mundo gracias al facebook, para explicar que el consumo de pollo era la causa del aumento del número de homosexuales y de la calvicie prematura de los europeos. Después fue proclamado como líder espiritual de todos los indígenas por la premio Nobel Rigoberta Menchu.
  
Una vez terminada la fiesta y despedidos los invitados, la explotación de las áreas protegidas (creo que ya no se pueden llamar “áreas protegidas”, nadie las protege) podía continuar. La exploración de hidrocarburos, los proyectos de construcción de represas gigantes y de carreteras, la contaminación por productos químicos provenientes de las fábricas de cocaína, seguían sin tregua, destruyendo las regiones más bellas y frágiles de la Amazonía.


Muchas personas, tanto en Bolivia como en otros lados, que se habían creído los discursos de nuestro presidente, finalmente han abierto los ojos cuando el año siguiente, el 26 de septiembre de 2011, fue brutalmente reprimida la novena marcha de los indígenas del TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Securé). La policía arremetió a golpes y desplegó su masking tape para amordazar a los marchistas que descansaban ese domingo en Chaparina. El día anterior ya habían impedido a las mujeres y los niños proveerse de agua para cocinar, e inventado un “secuestro” del ministro Choquehuanca. 
La policía impide a los marchistas proveerse de agua

El TIPNIS es una región amazónica muy poco intervenida, atravesada por meandros de río, frágil por su alta pluviosidad (más de 6000 mm al año) y con una muy alta biodiversidad. Dentro del territorio las familias mojeñas, chimane y yurakaré mantienen en gran medida su modo de vida tradicional. Existía también algo de ecoturismo, manejo forestal y un proyecto de cría de caimanes.
  
Los indígenas estaban haciendo esta nueva marcha hacia La Paz para oponerse a la construcción de un camino, que cortaría su territorio en dos mitades, pasando por en medio de la zona roja de alta protección. El camino, además de causar daño al complejo sistema de drenaje, a la flora y a la fauna, iba a facilitar el acceso a los cocaleros, ya asentados de manera ilegal en una parte del territorio, el Polígono Siete. Se rumoreaba, aunque nadie lo confirmó, que la obtención de lotes de tierra a lo largo del camino, para que los colonos puedan cultivar coca, formaba parte de las promesas electorales del MAS. Sea como fuera, la extensión de estos cultivos significaría el desplazamiento de los indígenas originarios de la zona y la destrucción de su territorio y su modo de vida. 
  
También existían planes de explotación petrolera, con tres polígonos de exploración que se sobreponen al área protegida, los bloques Securé, Chisponi y Rio Hondo, cuyo acceso sería facilitado por la nueva carretera entre Villa Tunari y San Ignacio de Mojos.
Los protagonistas Evo Morales y (de arriba hacia abajo) Fernando Vargas, Adolfo Chávez y Rafael Quispe.

La población de La Paz, como ya lo había hecho antes para la octava marcha indígena, salió en masa a las calles para recibir a los marchistas, que habían recuperado sus presos, recogido sus pocas cosas, vuelto a encontrar sus niños perdidos durante el pánico y retomado su camino, a pesar de la golpiza y las vejaciones de la policía. 
En la prensa : llegada de los marchistas del TIPNIS a La Paz
Mi hijo Joaquín y mi sobrina Gabriela estaban con nosotros en estos días y con Isabel, Manuel, Cecilia y Emiliano fuimos al encuentro de los indígenas detrás de la plaza Villaroel (El MAS había organizado una contra-manifestación en la plaza misma). La carrera de biología estaba presente, con estudiantes disfrazados de varios animalitos. Pudimos acompañar la marcha hasta la plaza San Francisco, que estaba colmada de gente.
Isabel (chompa verde, a la izquierda), Gabriela (pelo largo), Cecile (con cartel). Emiliano y Cecilia están atrás. Joaquín es el fotógrafo.

Después de muchas mesas de discusión, de leyes aprobadas y anuladas, de interpretaciones varias del concepto de intangibilidad, de una consulta manipulada y con prebendas en las comunidades del TIPNIS, el camino no se construyó, pero la amenaza permanece. Probablemente hay que buscar una de las causas en las inundaciones excepcionales que afectaron al Beni en el 2012. Queda la pregunta si las inundaciones fueron agravadas por las represas brasileñas sobre el río Madeira. 
  
Otros megaproyectos amenazan también el medio ambiente en Bolivia. A menudo son proyectos presentados por empresas constructoras brasileñas o chinas, como las presas amazónicas que acabo de mencionar (Jirao y San Antonio en Brésil, Madeira Binacional en la frontera y Cachuelas Esperanza en Bolivia), o la represa hidroeléctrica de El Bala, un proyecto de los años ochenta, promocionado por el entonces prefecto Chito Valle y que el gobierno actual quiere resucitar. 
  
Los estudios de la época ya advertían los enormes daños que causaría esta empresa a las comunidades indígenas y a los parques Mididi y Pilón Lajas, poniendo unas 250.000 hectáreas bajo agua en una de las zonas de mayor biodiversidad del mundo. Además se demostró que el proyecto era antieconómico debido al costo de transporte de la electricidad hasta las fronteras, por lo que fue descartado hace 30 años.  
El Bala

En todos estos casos de “reciclaje” de malos proyectos, se trata de exportar electricidad a los países vecinos para así obtener divisas y compensar la reducción de los precios de los hidrocarburos y los minerales, y poder seguir gastando en estadios sobredimensionados y canchas de césped artificial.
  
También se han sacado de sus tumbas viejos proyectos hace tiempo enterrados, como la obtención de energía geotérmica en la Reserva Eduardo Abaroa, el complejo azucarero del norte de La Paz con el camino Apolo - Ixiamas que atraviesa por el parque Madidi, y por supuesto no me olvido la explotación petrolera que amenaza siete de los 22 parques nacionales: Aguaragüe, en explotación ya hace varios años, Iñau, Tipnis, Madidi, Pilón Lajas, Tariquía y Manuripi están en la lista. 
  
Pero el peor de todos es el proyecto de construcción de una central nuclear cerca de La Paz, cuya dimensión es desconocida, con un costo previsto de 250 millones de dólares, y que se instalaría en una región donde el agua es escasa. El gobierno boliviano ha olvidado todos sus principios ambientalistas si es que los tuvo alguna vez para retomar el desarrollismo a como dé lugar, sin la menor consideración para el futuro. Por lo menos durante los gobiernos anteriores, teníamos el derecho de protestar y los “verdes” lográbamos a veces frenar los proyectos demasiado demenciales. Ahora, protestar, por lo menos fuera de las redes sociales, se volvió peligroso. 
  
¿Qué hora es?
   
Hace unos meses, se instaló un reloj nuevo en la torrecilla del Congreso, en la plaza Murillo de La Paz. Según las explicaciones del Ministro de Relaciones Exteriores, David Choquehuanca, el reloj simboliza la resurgencia del hemisferio Sur, tradicionalmente dominado por el Norte.


Las agujas del reloj giran en sentido inverso del convencional, y los números van de derecha a izquierda. En mi opinión, el reloj muestra más bien claramente lo que ocurre en Bolivia: las cosas marchan para atrás y después de haber anulado los logros conseguidos desde la recuperación de la democracia, ya hemos podido retroceder, más allá de la colonia española y de las épocas de los Incas, para llegar muy pronto a los tiempos de Adán… y Evo.
  
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Aquí termina mi historia. Pero si Ustedes desean, siempre pueden hacer correr el reloj hacia atrás, para volver a empezarla. Ha sido un placer.


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