martes, 21 de julio de 2015

Remanso

Dibujo y pintura


Mientras pasaban todos estos acontecimientos que intranquilizaban el país, la vida continuaba a pesar de todo. Me encontraba ya más alejada de la universidad, pero continuaba apoyando a los colegas ecologistas por un buen tiempo, con consultorías, trabajos de edición y traducciones de libros relacionados con la defensa del medio ambiente. Trabajaba cada vez más desde mi casa y en mi tiempo libre me dedicaba a hacer algunos dibujos, bastante malos. 
Esto fue hasta que mi sobrina Natacha me explicó acerca de los talleres libres de la Academia Nacional de Bellas Artes. Me gustó la idea y me inscribí a los cursos de dibujo y pintura, dictados principalmente por Benedicto Ayza. Estaba finalmente lista para cumplir algunos de mis sueños de adolescente y empezar, a los 56 años, una nueva profesión. 
Vista desde el patio de la Academia de Bellas Artes. Esta parte de la casa está ocupada por una escuela pública
A pesar de las condiciones precarias en las que teníamos que pasar clases, la experiencia fue muy interesante. La cosa empezaba por supuesto con naturalezas bien muertas todo lo que había como modelo eran un par de jarras rústicas y un charango completamente roto, razón por la cual llevábamos nuestra propia fruta y verdura para pasar luego a otros temas más desafiantes: retratos y desnudos. En realidad, como los talleres eran libres, cada uno hacía lo que quería, y muchos se limitaban a copiar, con mayor o menor éxito, cuadros de pintores conocidos. 



La única modelo profesional disponible era Rosita, que posaba para todos los cursos de dibujo de La Paz, no solamente de la academia. Teníamos que colocarla estratégicamente en un colchón entre dos estufas eléctricas, para que no se muera de frío, y una de las alumnas llevaba un termo de chocolate caliente para compartir entre todos. Estas clases eran de noche, para los más avanzados, no en la mañana como las otras “todo público”. También tuvimos clases de acuarela, pastel y retrato con Isabel Espinoza y luego unos cursos sobre materiales artísticos, básicamente la preparación tradicional de lienzos.



 
Con algunos colegas, más entusiastas que los demás, habíamos organizado un grupo para tomar clases particulares adicionales y profundizar en temas algo más teóricos, como composición, teoría de colores, número de oro y demás. El grupo se reunía cada semana en la casa de uno u otro participante y por supuesto las reuniones se hacían con té y masitas. El profe Aiza, que se daba poses de dibujante negro y deprimido, como está de moda entre los artistas de La Paz, apreciaba el buen trato y las bromas, cuando Marlene trataba de convertirlo a un enfoque más optimista. Fueron hermosos recuerdos.

Clases a domicilio
Lastimosamente los talleres libres se cerraron después de un par de años, lo que en mi opinión fue un gran error cometido por el director de entonces. Me inscribí un poco después en las clases semanales de Keiko Gonzáles, en la galería 3 Es Arte de Achumani, clases que tenían un enfoque menos académico, mucho más libre y creativo. Nuevamente Rosita sirvió de modelo para los desnudos, pero hacía menos frío en ese diminuto taller. También tuve la suerte de tomar dos semanas de clases de creatividad con Roberto Valcárcel.
Este es el taller de Keiko, ya hubiesemos querido pasar clases allí, pero no.
Con todo este bagaje me lancé a trabajar por mi cuenta y participar en algunas exposiciones, sola o acompañada, en las galerías Alternativa, Taipinquiri, Nota, y 3 Es Arte, e incluso pude vender algunos de mis cuadros, lo que me permitía cubrir el alquiler de las galerías. 


Ocurrió un fenómeno extraño: paulatinamente, a lo largo de los años, mis pinturas se hacían más abstractas, hasta desvanecerse y finalmente desaparecer. Los pinceles y la pintura fueron reemplazados por collages y luego por el photoshop, desmaterializándose cada vez más el trabajo.

Paisajes lejanos

De algún modo, se podría decir que mi carrera de pintora seguía los pasos de la historia del arte, desde el dibujo clásico del siglo 19, pasando por las florcitas de acuarela, los paisajes, los expresionistas y los abstractos, para llegar a lo contemporáneo y diluirse hacia el gran vacío.


La familia crece

Mientras tanto, la familia Morales-Belpaire había crecido rápidamente y yo dedicaba parte de mi tiempo compartiendo con los nietos, construyendo legos, haciéndolos dibujar, organizando paseos en familia, contando cuentos o yendo a comer helados al Rinascimento en San Miguel.  Los chicos metían mucha vida en la casa.
Ceci, Nico y Emiliano
Cuando mostré estas fotos ayer a cuatro de mis nietos, su reacción fue comentar que ya se notaba en ellas el gusto por la gimnasia de Cecilia y Nicolás, mientras que Ignacio lamentó su ausencia en la diversión. Sin duda era muy pequeño aún. Emiliano no recordaba la escena, pero le llamó la atención el radiador, que aún sigue en el mismo sitio, y lo resbalosa que era la alfombra blanca cuando corría por la salita del televisor. Espero que el radiador no estaba involucrado en las caídas. 

Todos ellos recordaban el rolo que se hacía sobre el apoya brazos o desde el respaldar del sofá. Pero en su opinión, la mayor diversión en la casa de los abuelos era bajar a toda velocidad sobre el poto  por las gradas de madera enceradas. Les gustaba mucho también subirse a la rampa de la escalera y lanzarse desde allí hasta el sofá, sin muchos miramientos para quienes estuvieron sentados en él, especialmente si se trataba de su tío favorito, Joaquín. Molestar al tío Pollo, bautizado así por Emiliano, era casi una obligación. 

Arriba, de izq. a der: los artistas Nacho, Ceci y Adrián. Abajo: Emiliano, Nico y Valeria.

Entre sus recuerdos permanecen los dibujos que su abuela les hacía hacer desde pequeños, con todo tipo de materiales. Juntos íbamos a recolectar hojas secas en el jardín, pintábamos medias manzanas o papas cortadas y las usábamos como sellos. Cuando los niños hacían acuarelas, se necesitaba un gran mantel de plástico y mucho papel de cocina para limpiar los desastres. Era difícil lograr que usen los pelos del pincel y no el caño metálico. También tenían éxito los cepillos de dientes para rociar pintura. 

Según se acuerdan, y son testigos algunos dibujos de la época, Nicolás tenía tendencia a dibujar robots, Cecilia leones y jirafas, Emiliano perros o gusanos con patineta y Nacho pollos. Adrián hacía historietas o caricaturas y Valeria paisajes.

Cecilia y Emi con légos, Nico haciendo burbujas, Ignacio con bloques, la abuela, Vale recortando encajes de papel, y Adrián comiendo mandarinas (en otra ocasión).
Según me cuentan los chicos, les es imposible olvidar las tardes de lego y Nacho recuerda también muy bien los bloques de madera de colores y especialmente su tacto un poco rugoso. Debo decir que los compré en una feria artesanal y seguramente estaban hechos a mano, sin un buen acabado.

Ciertos modelos de lego construidos por Joaquín eran intocables, por lo que los niños los podían admirar cada fin de semana. Se acuerdan por ejemplo del barco pirata, la estación de naves y los aviones, que trataban de imitar, como imitaban todo lo que él hacía.

Mientras el lego tuvo algunas ruedas (ahora ya no queda ni una) se podían construir autos y organizar carreras, en las cuales se trataba de bajar por la pendiente del jardín (la “montaña rica”) sin que se rompan del todo. Los legos terminaban llenos de tierra, claro está. También hacían paracaídas con bolsas plásticas para los muñecos de lego o de playmobil y los lanzaban desde el segundo piso o bien desde el garaje hacia el jardín. El jardín de los abuelos era parte fundamental de la diversión. Las guerras de coquitos, los frutos de los grandes eucaliptos, solían ocupar tardes enteras de juegos. 

Ya un poco más grandes, los juegos de mesa nunca faltaban. El Nico era invicto en Monopolio y el Nacho en Cluedo. Cada domingo había peleas por saber cuál de los dos juegos iba a ser jugado. Cuando se decidían por Scrabble, participaban a veces los papás y la abuela. En esos casos el ganador siempre era Manuel, el papá de Cecilia y Emiliano, que se quedaba horas pensando hasta sacar una palabra de más de cien puntos.
Nicolás, Valeria, Adrián y Nacho jugando yu-gi-oh

A medida que se acercaban a la adolescencia, los juegos cambiaban, las cartas de yu-gi-oh y los juegos de internet invadieron la vida de los ahora jóvenes y la abuela perdía lógicamente de su importancia, excepto cuando se trataba de comida.

Según los interesados, las Navidades consistían en pretender darle importancia a todo lo que no sea regalos, y a media noche por fin poder gritar de emoción porque se podían abrir los regalos y conseguir los juguetes. Los Bionicles eran la pasión del Nico, el fútbol del Nacho, las cosas raras y creativas del Adrián y la Vale. Cuando venía el tío Pollo siempre traía cosas sensacionales de Europa. 

Los primos no se veían todos los domingos. Los Navarro-Morales se quedaron cinco años en Bélgica mientras Isabel hacía el doctorado y los Rodriguez-Morales vivían en Cochabamba. Las ocasiones en las cuales se encontraban todos siempre eran una fiesta.  


El primo Evo

Pero volvamos, después de este pequeño intermedio, a los acontecimientos políticos en Bolivia.

Como ya lo mencioné, Eduardo Rodríguez tenía como único mandato organizar elecciones generales.  Esas elecciones fueron ganadas por Evo Morales Ayma con el 53,7% de la votación. Evo Morales no era un desconocido. Ya fue diputado uninominal para su región desde 1997, y había obtenido resultados impresionantes en la elección de 2002, muy cercanos con los votos del MNR de Goni y el NFR de Manfred Reyes Villa. 


Parte de este éxito se debió a las declaraciones del embajador de Estados Unidos, quien había insinuado que se podrían cortar los fondos destinados a Bolivia si la gente votaba por el cocalero. Por supuesto la declaración tuvo el efecto opuesto al esperado en esta nación de rebeldes. También se debe considerar que la Ley de Participación Popular de Goni había posibilitado el surgimiento de muchos liderazgos locales, lo que se reflejaba en la composición del parlamento.

La votación que Evo Morales había obtenida ahora, en la elección de diciembre 2005, era avasalladora, y cuando el nuevo presidente juró al cargo el 22 de enero de 2006, muchos bolivianos estaban convencidos que podría acabar con la crisis que se vivía en el país.


Algunos opinaban que, al haber elegido a uno de los revoltosos más recalcitrantes para ponerlo a gobernar el país, las exigencias que hasta entonces se expresaban en las calles a través de la violencia y los bloqueos permanentes, encontrarían otros caminos para manifestarse y que se podría instaurar un diálogo menos confrontador entre el gobierno y los gobernados.

Muchos bolivianos se identificaban con el personaje de Evo Morales, el hijo de unos campesinos pobres del Altiplano, que encontró un modo de vida como cocalero en el Chapare después de una corta carrera de trompetista en una banda de Oruro, fue dirigente sindical gracias a su habilidad en el futbol, y luego diputado, con la casi unanimidad de votos de su región. 

Además se conocía como un padre irresponsable, mujeriego pero muy trabajador, en otras palabras muchos bolivianos lo consideraban como alguien muy parecido y cercano a ellos mismos. Su chompita a rayas había conquistado hasta al mismo rey de España durante una visita muy poco protocolar.


Las ONGs que trabajaban en Bolivia, a menudo con ayuda financiera europea, habían hecho todo lo posible para apoyar la candidatura de Morales. También hubo rumores de un posible financiamiento del narcotráfico a la campaña del dirigente cocalero, pero estos rumores nunca fueron confirmados. 

Varios de nuestros amigos burgueses (y algo racistas) pretendían que había que votar por Evo Morales porque éste no duraría ni tres meses como presidente, y que el país quedaría vacunado ante otros nuevos intentos populistas.


Se equivocaron: Evo ganó un nuevo mandato en las elecciones de 2010 y luego, a pesar de que lo prohíbe la constitución, se presentó por tercera vez, el 12 de octubre de 2014. Esta vez ganó con el 61% de los votos. Ya se prepara para un cuarto periodo presidencial, con toda la intención de modificar nuevamente las reglas previstas en la Constitución para asegurarse una presidencia vitalicia.


Debemos reconocer que el gobierno del MAS (Movimiento al Socialismo) ha logrado una mayor inclusión de gran parte de la población boliviana y ha podido reducir fuertemente los índices de pobreza. La economía conoció un periodo de gran prosperidad gracias a los altos precios internacionales del gas, de los metales y de la soya. Lamentablemente el país retornó a un modelo de exportación de productos primarios y hay muy pocas actividades industriales. Fuera del sector de materias primas, gas, minerales y soya, únicamente los sectores informales, como las cooperativas mineras o las microempresas textiles han podido sobrevivir más o menos, mientras se desarrollaban las actividades ilegales como el contrabando y seguramente la producción de cocaína.



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