lunes, 2 de febrero de 2015

Infancia


Una estadía en Namur (Bélgica)

Las Facultades Universitarias de Namur habían nombrado profesor visitante a Juan Antonio durante el primer semestre de 1977 y vivíamos en esta pequeña ciudad en plena plaza principal, en la planta baja de una casa muy antigua y muy grande, al lado de la iglesia Saint Aubain. Esta casa pertenecía a la universidad y estaba siendo restaurada para instalar futuras oficinas. Es la casa que se ve a la derecha de la iglesia, detrás de los niños. 


En los pisos de arriba los obreros seguían trabajando y dejaban lodo y polvo a su paso en el gran corredor que pasaba por el medio de nuestro departamento. También podíamos escuchar los martillazos y el alegre ruido de la perforadora a lo largo del día.

Lo lindo era que detrás de la casa había un jardín relativamente grande con un inmenso cerezo japonés, que floreció durante buena parte de esta primavera. La casa albergaba también un simpático fantasma: a veces escuchábamos pasos en los pisos de arriba durante la noche, cuando sabíamos que los obreros se habían ido, o la luz del corredor se prendía sola a las cuatro de la mañana. Hasta que nos dimos cuenta que el interruptor estaba lleno de agua. Allí nos asustamos, pero no del fantasma.  
 
Arriba: bed and breakfast. Al medio: el jardín de Namur, los casi mellizos son Esteban y su primo Sven. Abajo: Pascuas con la familia y unos pollitos en San Nicolás.
Esta estadía en Bélgica fue una buena ocasión para ver a toda la familia. Mi padre me prestó su viejo mercedes azul que estaba cumpliendo sus últimos viajes. Tenía un gran agujero producido por el óxido en una de las puertas y no tenía cinturones de seguridad, las que se habían vuelto obligatorias poco antes. Esto nos permitía ir casi cada fin de semana a San Nicolás. Los chicos se entendían de maravilla con sus primitos belgas. Sven, el hijo de mi hermana Marthe, tiene la misma edad que Esteban (ambos tenían un año y medio por entonces), y se quedó una semana con nosotros en Namur.

El abuelo, el tío Jacquot y los primos, en sentido contrario al reloj:  Martine Poppe, Adriana Morales, Joseph y Marguerite Peeters, Isabel y Esteban Morales, Sven Noben.
Las dos niñas iban a la escuela en el Instituto Santa Úrsula y Esteban hacía visitas cortas a la guardería universitaria, de donde volvía cada vez con un resfrío o una bronquitis. Era como los indígenas sudamericanos a la llegada de los primeros europeos: no tenía inmunidad contra los microbios belgas de sus amiguitos. Llegó a tanto que tuvimos que hospitalizarlo unos días bajo una carpa de oxígeno. Después de esto ya no se habló más de ponerlo en ninguna guardería, a pesar de que le gustaba mucho estar con otros niños. 

A Adriana en cambio no le gustaba para nada ir al kínder. Había un chiquillo en su clase que no la dejaba en paz: le robaba sus cosas y a veces la pegaba. La maestra no intervenía para nada, y cuando fui a reclamar, a ella este comportamiento le parecía completamente normal y aceptable. A mí no. Isabel estaba mucho más contenta en la escuela y se hizo de una amiga, Aurore, que volvería a ver 25 años más tarde, mientras hacía su doctorado en Lovaina la Nueva. Lo que más se acuerda es que las monjas le regalaban estampillas de la virgen o alguna santa cuando recitaba bien sus tablas de multiplicar.

Podemos decir entonces que el semestre escolar no tuvo todos los resultados esperados, pero por suerte ya llegaban las vacaciones de verano.
En la playa: Nicolas Poppe, Isabel Morales, Martine Poppe, Adriana Morales

En el mes de julio hemos repartido los niños entre tres familias: Isabel se fue unos días al mar con sus tíos Nénette y Jean, y se divirtía mucho en la playa con sus primos Nicolas y Martine. Adriana pasaba la semana jugando con autitos y triciclos en la casa de Jean-Philippe y Marie-Christine Platteau con sus hijos Bouboule y Corentin, y Esteban estaba alojado en la pequeña granja de Marthe, con su primo Sven, dos cabras que se comían la ropa que secaba afuera y varios conejos gordos que comían de todo. 


Este arreglo nos había permitido hacer un lindo viaje de enamorados hasta la isla griega de Rodas, antes de reunir de nuevo a toda la familia para volver a Bolivia y retomar nuestras vidas donde las habíamos dejado.


« Yo soy el Pereda »

Lo clama Adrianita, 6 años, en plena campaña electoral. Agita la papeleta verde con el retrato del general Pereda Asbún, decorado por ella misma de un lindo bigote, y trata de convencer a su hermanito Esteban, que cumplirá los tres en unos meses, para ganar su voto. La oposición está representada por Isabel, nueve años ya, que hace sendas promesas electorales al único elector independiente de esta contienda electoral. Cada día se celebran elecciones en el cuarto de las niñas y la que gana la mayoría podrá decidir a qué se jugará este día. Esteban tiene el voto de oro, ya que cada una de las chicas vota por ella misma, y por lo tanto el más pequeño decidirá el resultado. Posiblemente viene de allí su interés actual por la política.

Supongo que los niños están oyendo demasiadas discusiones políticas en casa, como es el caso en todas las familias del país, al punto que el niño travieso de Fisher Price se llama Hugoto en honor de Hugo Banzer y es el personaje que hace todas las maldades en la casita de muñecos. 

Además, Isabel y Adriana han inventado su propio país, Guagualí, situado en la meseta entre Achumani y Cota-Cota, en estos tiempos todavía libre de casas y un lindo lugar de paseo para los domingos. El país está gobernado y habitado por los bobos, que se parecen a ositos de peluche. Los bobos más importantes y que viven con nosotros en la casa son Jorja, el osito celeste de Isabel, y Ris-Ras, el oso amarillo de Adriana. En Guagualí hay además una población imaginaria bastante numerosa, que vive entre las rocas y los arbustos.


En cuanto al verdadero general Pereda, aviador, se trata del candidato oficial de los militares para la elección del 9 de julio de 1978. El general, delfín de Banzer, ganará estas elecciones por medio de un enorme fraude, poco después las anulará y tomará el poder por medio de un golpe de estado. Su presidencia iba a durar cuatro meses, después de los cuales sería reemplazado por otro general, David Padilla. El general Padilla convocaría a nuevas elecciones para el primero de julio de 1979, al año siguiente habría un nuevo intento electoral, el 29 de junio de 1980. Pero ninguna de estas elecciones anuales iban a resultar en un gobierno democrático estable, como ya les contaré en el próximo episodio de esta fotonovela.


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