Casa Montes
En sus inicios, entre noviembre de 1978 y julio
de 1980, el Instituto de Ecología funcionaba en un pequeño departamento
alquilado cerca de la universidad de San Andrés, en la calle J.J. Pérez. Pocos
meses después de la intervención a la universidad, como consecuencia del golpe
de estado de García Meza, se trasladó al primer piso de la Casa Montes, en la
avenida 6 de agosto. La casa Montes es una bella casa antigua, que ahora abriga
el archivo histórico de la UMSA.
La dirección del Instituto fue confiada por los
interventores a un cierto Sr. Álvarez, amigo de los militares, e ingeniero
químico de profesión. Debido a que este señor era muy poco científico y además
quería interferir en todo, probablemente a la búsqueda de peligrosos extremistas,
la Dra. Erika Geyger se enojó (hay que saber que cuando se enojaba, se
enojaba), logrando lo imposible: que la embajada alemana interviniera con el
gobierno boliviano, para solicitar el nombramiento de otro director, un poco
más presentable.
Entre las anécdotas que Erika me contaría
luego, tengo que narrarles la aventura con los rifles. Un día, poco después del
golpe, llegó a la aduana una caja de madera grande y pesada de la agencia
Schenker a nombre del Instituto de Ecología. Una vez traída al Instituto y
sacados los numerosos clavos para abrir la caja, la sorpresa fue encontrar en
ella varios rifles y cajas de municiones. Con la reputación de izquierdistas y
subversivos que tenían entonces los docentes y estudiantes universitarios, esta
caja ponía a todo el mundo en peligro.
Por suerte el Ing. Álvarez no presenció
su apertura y Erika pudo hacer llegar la caja y su contenido a la embajada alemana para su
resguardo, sin que nadie más se entere. Escuché dos versiones de la misma
historia. En la primera, la agencia Schenker se había equivocado y confundido
los países de destino, quien sabe Bolivia y Libia. En la otra, más creíble, Werner
Hanagarth había hecho la compra, a través de la GTZ, de fusiles de caza para
completar sus colecciones de aves. Por supuesto hizo este pedido antes del
golpe militar, y la demora en la entrega explica el resto.
Finalmente el rector nombró como nuevo director
del Instituto al Dr. Luis Briançon, médico especializado en fisiología. Lucho
había trabajado antes en el Instituto de Biología de la Altura, donde se
peleaba con los investigadores franceses de la ORSTOM. También se iba a pelear
con los investigadores del Instituto de Ecología, tanto con los bolivianos como
con los alemanes. Sin embargo dejó de herencia al Instituto una mesa inmensa,
tan grande como para poder organizar una reunión de gabinete de ministros. No sé de donde la
sacó, pero hasta ahora se encuentra en el Herbario Nacional de Bolivia, donde
se usa para preparar y estudiar los ejemplares botánicos.
Durante este periodo difícil, fueron
principalmente los estudiantes de biología los que asegurarían la continuidad
en los trabajos de investigación, y muy pronto iban a convertirse en los
jóvenes docentes responsables de la marcha del Instituto. Los tres
investigadores alemanes, Erika Geyger, Stephan Beck y Werner Hanagarth, también
pudieron mantenerse en Bolivia, gracias a los aportes de la DAAD, luego de que
la cooperación técnica alemana cesó su financiamiento por causa de la dictadura. El geógrafo Ekkehard
Jordan había trabajado en Bolivia por un tiempo más corto, de unos 18 meses,
mientras que el profesor Heinz Ellenberg y Bárbara Ruthsatz visitaban al
Instituto casi cada año.
El Museo de Historia Natural
Por mi parte, nunca trabajé en la Casa Montes,
ya que me habían despedido de la universidad después del golpe de estado de
García Meza, como a las demás autoridades universitarias. Durante el segundo
semestre de 1980, fui contratada como
curadora del Museo Nacional de Historia Natural. El Museo fue creado ese mismo año por la Academia Nacional de Ciencias
de Bolivia, por iniciativa del padre Javier Cerdá y del Dr. Ovidio Suárez. El
padre Cerdá, biólogo y jesuita de origen catalán, buscaba un lugar donde
guardar las colecciones mineralógicas y zoológicas de su predecesor, el reverendo
padre Sempere, cuyas vitrinas estorbaban a los alumnos en los corredores del
colegio San Calixto.
Antonio (Pato) Saavedra, ex-rector de la UMSA, fue
el primer director del museo. Me contrató para organizar, restaurar,
identificar y hacer el inventario de los ejemplares de fauna de la colección
Sempere. Lamentablemente muchos de los animalitos del buen padre estaban en
malas condiciones, comidos por las polillas, o habían perdido la cabeza –
literalmente – durante sus largos años en el colegio, y tuve que botar casi la
mitad. Por otro lado, ninguno llevaba etiqueta y, en ausencia de lugar y fecha
de colecta, los especímenes carecían de valor científico.
Con los pocos medios disponibles, pudimos sin
embargo hacer construir e instalar algunas vitrinas nuevas, con bocales llenos
de serpientes, arañas o pescados, y construir algunos paisajes con papel de
embalaje y ramas, para colocar allí los
animales que se pudieron salvar, de manera a organizar una exposición didáctica
para las visitas escolares.
Exploración científica
A
pesar de los viajes realizados por los exploradores de los siglos 18 y 19, como
Tadeus Haencke, Alcide d’Orbigny, Alejandro von Humboldt, Melchor María
Mercado, Teodoro Herzog y muchos otros, la flora y la fauna de Bolivia aún eran
poco conocidas. Durante los años 1960-1980, bolivianos como Martín Cárdenas o
Noel Kempff Mercado habían publicado sus trabajos en botánica y zoología respectivamente,
pero Cárdenas había regalado sus colecciones de plantas a la Universidad de
Córdoba, en Argentina, porque no confiaba en las capacidades de conservación de
su propia universidad, San Simón en Cochabamba. Las demás colecciones
científicas se encontraban mayormente en París, Berlín o Nueva York.
El
5 de septiembre 1986, Noel Kempff y sus compañeros fueron asesinados en
Huanchaca, donde querían inspeccionar una pista clandestina situada en medio de
un área protegida. La policía tardó varios días antes de ir a ver qué había
sucedido con su avioneta y encontró, además de los cuerpos, un inmenso
laboratorio para la elaboración de cocaína. Los traficantes habían desaparecido,
pero abandonaron en el lugar ingentes cantidades de precursores, los cuales
iban a desaparecer a su vez, una semana más tarde, bajo la “custodia” de la
policía. Nunca fueron hallados ni los unos ni los otros. La región de Huanchaca
forma parte de uno de los más bellos parques nacionales de Bolivia, y fue
bautizado con el nombre de Noel Kempff Mercado después de su asesinato.
Durante
los años 1980, el Museo de Historia Natural ya tenía contactos interesantes con
investigadores extranjeros que organizaban expediciones científicas en Bolivia.
Pudimos convencerlos para que dejen por lo menos parte de sus colecciones en
Bolivia, en vez de llevarse todo a Nueva York o Inglaterra.
Entre nuestros primeros visitantes, citaré a Sydney Anderson, que hacía inventarios de los pequeños mamíferos, Charles Fugler quien trabajaba con reptiles, y James van Remsen con aves. Publicaban sus resultados en la revista del Instituto de Ecología, dejaban duplicados en el museo y sobre todo formaban a los estudiantes de biología, llevando algunos en sus excursiones en calidad de ayudantes, enseñándoles el oficio. Muchos otros científicos iban a seguir sus pasos, tanto en botánica como en zoología.
Entre nuestros primeros visitantes, citaré a Sydney Anderson, que hacía inventarios de los pequeños mamíferos, Charles Fugler quien trabajaba con reptiles, y James van Remsen con aves. Publicaban sus resultados en la revista del Instituto de Ecología, dejaban duplicados en el museo y sobre todo formaban a los estudiantes de biología, llevando algunos en sus excursiones en calidad de ayudantes, enseñándoles el oficio. Muchos otros científicos iban a seguir sus pasos, tanto en botánica como en zoología.
Por medio de la Academia Nacional de Ciencias
había también contactos previos con los españoles de Doñana, que apoyarían
decididamente la creación de la Estación Biológica del Beni, cerca de San
Borja. Los zoólogos del Instituto de Ecología trabajaban también en estrecha colaboración con el
museo. Muchos estudiantes de biología participaban en el museo como
voluntarios, y muy pronto sabrían más de taxonomía que sus profesores.
En 1989, el laboratorio de hidrobiología, que
también dependía del departamento de biología de la UMSA, se iba a integrar al
Instituto de Ecología. Después de más de diez años de trabajo conjunto, los
investigadores franceses de la ORSTOM (Organisme de Recherche Scientifique des
Territoires d’Outremer, actualmente IRD, Institut de Recherche pour le
Développement) salían de Bolivia en razón de restricciones presupuestarias
decididas en París.
Junto con las carreras de geología, química y biología, los investigadores de la ORSTOM habían estudiado con mucho entusiasmo y muy buenos resultados los lagos fósiles del Altiplano y las especies del lago Titicaca, explorado el Salar de Uyuni y descrito en detalle los grandes ríos que descienden hacia el Amazonas. Durante estos estudios habían formado varios jóvenes científicos bolivianos. Por suerte la GTZ pudo seguir apoyando financieramente al laboratorio de hidrobiología y se mantenía también la cooperación japonesa, más dirigida sin embargo a aspectos de pesca y acuacultura.
Junto con las carreras de geología, química y biología, los investigadores de la ORSTOM habían estudiado con mucho entusiasmo y muy buenos resultados los lagos fósiles del Altiplano y las especies del lago Titicaca, explorado el Salar de Uyuni y descrito en detalle los grandes ríos que descienden hacia el Amazonas. Durante estos estudios habían formado varios jóvenes científicos bolivianos. Por suerte la GTZ pudo seguir apoyando financieramente al laboratorio de hidrobiología y se mantenía también la cooperación japonesa, más dirigida sin embargo a aspectos de pesca y acuacultura.
Ambientalistas
Se puede decir con certeza que los años ochenta
fueron marcados por un enorme avance en los conocimientos de la flora, la fauna
y los ecosistemas de Bolivia. A medida que pasaban los años, se crearon
carreras de biología en Cochabamba y Santa Cruz que aportaron mucho a la
investigación, y se desarrollaron organismos no gubernamentales (ONG) y grupos
de voluntarios con temática ecologista. En 1985, varias de estas instituciones
se agruparon en la Liga de Defensa del Medio Ambiente (LIDEMA), lo que les
permitía jugar un rol importante en las políticas nacionales de conservación
del medio ambiente.
Las primeras reuniones para organizar la Liga
contaban con participantes algo folklóricos: Leslie McIntyre y Manuel Posnansky
veían regularmente platillos voladores y creían en el origen extraterrestre de
Tiahuanaku, Wagner Terrazas alarmaba a todo el mundo, asegurando que el 47% de
todas las tierras de Bolivia se habían perdido por la erosión, Armando Cardozo
solamente se interesaba por las vicuñas, Erik Roth quería corregir el
comportamiento de los bolivianos con métodos behavioristas, Pepe Lorini estaba
interesado en métodos de desarrollo agrícola para los pequeños productores, Juan
Carlos Quiroga hacía mapas de uso potencial del suelo y yo buscaba bichitos en
los arbustos y debajo de las piedras.
En 1985, LIDEMA contaba con seis instituciones
afiliadas: la Sociedad Boliviana para la Ecología (SOBE), la Asociación para la
Defensa de la Naturaleza (PRODENA), el Centro Interdisciplinario de Estudios
Comunitarios (CIEC), el Instituto de Ecología, el Museo de Historia Natural, y
CUMAT, el Centro de Estudio de la Capacidad de la Tierra. Actualmente tiene 27
miembros, distribuidos en toda la geografía boliviana.
Las pocas mujeres que se ocupaban de ecología
en estos primeros años fueron rápidamente bautizadas como las brujildas o como
las vacas sagradas, este último apodo especialmente para María Ripa y para mí.
Personalmente prefería el primero.
Las brujildas provenían de varias instituciones
y organizaban un té cada cierto tiempo en casa de alguna de ellas, para
discutir los asuntos pendientes y de paso festejar las cumpleañeras del mes.
Todos estos intereses variados pudieron sin
embargo reforzarse mutuamente en vista de un objetivo común, formando una
alianza entre las instituciones ambientales, de manera a jugar un rol de
contrapartida e interlocutor para el gobierno, y poder acompañar las
iniciativas, buenas o malas, de los políticos. Pero esto ya es otra historia y
lo veremos en otro capítulo.
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