Durante este mismo año 1962, mientras terminaba
mis estudios secundarios en Bruselas, tenía que pensar qué podría hacer después.
Desde pequeña me había gustado la idea de ser médico y uno de mis juegos
favoritos era jugar al doctor con las muñecas y los peluches. Tenía mi propia
clínica en la cual Christine y Marthe eran las enfermeras y mi hermanito
Tiennot, siempre víctima de sus hermanas, tenía que jugar al enfermo. Pero mis
papás no querían escuchar nada acerca de estudiar medicina, estudios que
consideraban demasiado largos y difíciles para una jovencita. Además, con la
mentalidad de la época pensaban que, si un día me iba a casar, no tendría
necesidad de trabajar más y por lo tanto todo este gran esfuerzo habría sido en
vano.
Por otro lado, por lo menos estaban de acuerdo para que estudiara algo. Viendo que me gustaban las ciencias, mi mamá propuso inscribirme en la escuela normal, donde los estudios sólo duraban tres años, para lograr una formación de profesora de secundaria – sin duda con la idea de poder trabajar, si no me casaba en seguida – y además, decía, esto podría ser útil para la educación de mis futuros hijos. ¡Qué horror! Bastante había martirizado yo a mis profesores de colegio, especialmente los de ciencias, blancos preferidos de la indisciplina y rebeldía de los adolescentes, para no querer encontrarme en el mismo lugar. Lo que yo quería más bien era ir a la universidad, y si no era posible estudiar medicina, por lo menos meterme en biología, que me interesaba también mucho y donde se hacían entonces, en los años 50 y 60, fascinantes avances en muchos campos de investigación.
En cuanto a mi padre, no tenía una opinión al
respecto, o por lo menos no decía nada. Al final fue mi tía Mimi, mi madrina,
la que tuvo que intervenir y convencer a mi madre para que me deje inscribirme
en el primer año de biología en la Universidad Católica de Lovaina. Vino
expresamente de Terneuzen hasta San Nicolás para tomar el té y charlar con su
hermana en mi defensa. ¡Gracias, tía Mimi! En esta época los padrinos todavía
tomaban su misión en serio.
La
universidad, por fin
La primera condición puesta por mis padres era
por cierto que me alojaría en una residencia de monjas, en lo que se llamaba
una “pedagogía” en Lovaina, lugar que servía para proteger a las jóvenes
estudiantes de este medio universitario tan peligroso para ellas. En primer y
segundo año por lo tanto vivía en una residencia de la plaza Saint Jacques,
donde teníamos que recogernos a más tardar a las nueve de la noche. En algunas
ocasiones, como cuando el curso organizaba una vez al año el tradicional “té
bailable” al cual se invitaba a los profesores, podía pedir un permiso
extraordinario para llegar a las once y media.
De todos modos durante el día teníamos completa
libertad, comparado con lo que era el pensionado en Bruselas, y aprovechaba
todo lo posible para hacer amigos y amigas, ir al cine, o participar en todas
las actividades universitarias que nos proponían. Frecuentaba regularmente la Casa de las
Ciencias, donde vivían unos compañeros de la facultad, mayormente químicos, una
vieja casona que yo había ayudado a reparar y a pintar, también la Casa de las
Estudiantes de la Rue des Moutons, donde vivían dos chicas de mi curso junto
con otras protofeministas y, un poco más tarde, la casa “Cruz del Sur”. Estas
“casas” eran lugares alquilados donde se agrupaban algunos estudiantes que
tenían algún interés en común, chicos o chicas, porque por supuesto no podían
ser alojamientos mixtos.
Una de las actividades más importantes de todas
esas “casas”, y también de la parroquia universitaria, era organizar cenas
donde se comía pan con carnes frías y queso, los "souper-tartines", pagando una cuota muy económica,
mientras se organizaban debates. Por ejemplo en la Casa de las Ciencias se
organizaban conferencias sobre temas de actualidad científica o se discutían los cambios
que se podrían hacer para modernizar los programas de las materias,
especialmente durante la revolución universitaria de 1968. Actualmente en
Lovaina la Nueva se habla de “kots à projet” es decir, casas con proyectos.
En la “Cruz del Sur” había una mezcla
interesante de sudamericanos y algunos belgas quienes, después de terminar sus
estudios, querían trabajar como voluntarios en América del Sur. A fin de
cuentas, yo fui la única que realizó este proyecto. Allí es donde conocí mi
primer amigo boliviano, Luis Lairana, cruceño maoísta que admiraba las rubias y
escribía poemas para mi hermanita Christine. También nos hicimos grandes amigos
con los “chicos de Mons”, Jacques, Bernard, Jean-Paul, el otro Bernard,
hermano de Michel y el otro Jacques. Allí nos reuníamos entre varios, sentados
alrededor de una gran mesa, para preparar los exámenes de bioquímica y
fisiología, materias que compartíamos con Bernard y Jean-Paul, ambos en
medicina, Nanne, de biología, Jacques y una chica que lo quería conquistar,
bautizada por él como “Ganchito”, futuros boticarios.
También iba regularmente al Círculo
Internacional de Extranjeros (CIEE), donde muchos estudiantes tomaban café
después de almorzar en el restaurante universitario Alma II. Allí hice amigos
que venían de todos los rincones del mundo, demasiado numerosos para poder nombrarlos.
En tercer año, finalmente liberada de la
pedagogía y las monjas, tenía un cuarto en la calle María Teresa. Mi hermano
Tiennot empezaba sus estudios de sicología y vivía a unas cuadras, en la
Ravenstraat (calle del Cuervo). Este año no logré pasar de curso, probablemente
porque tenía muchas cosas más interesantes para hacer que estudiar la anatomía
comparada. Al año siguiente compartíamos un mini-departamento con Mady en la
plaza del Viejo Mercado (Oude Markt), al lado de una diminuta tienda donde se
vendía carne de caballos y cerca de un colegio de chicos que ocupaba todo el
fondo de la plaza. La casa es la de la estrella roja.
El último año compartíamos una casita lista para la demolición, con Mady,
Claudine, Marinette, Geneviève y Claire, en la Wieringstraat. Mady trabajaba
como secretaria en el CORE (Center for Operations Research), mientras que tres
otras chicas eran enfermeras en el hospital universitario. Marinette era estudiante, no me acuerdo bien de qué, creo que en lenguas romanas. La casa adquirió alguna
reputación en Lovaina por sus fiestitas divertidas, su buena música y los baños
de sol que se podían tomar en el techo, mientras nos observaban escandalizadas
las vendedoras del supermercado de al lado.
A pesar de todo lograba estudiar. Las clases de
esta época se daban de la manera más tradicional, con un profesor colocado
encima de una tarima, lejos de los alumnos, y que dictaba su curso sin permitir
interrupciones ni preguntas. Algunos de ellos eran muy buenos (en matemáticas,
zoología y física) o incluso muy queridos (como el profesor Martens, de
botánica, que había perdido un brazo durante la guerra y hacía magníficos dibujos
de plantas en la pizarra con su mano izquierda), algunos eran admirados como el
profesor De Duve, premio Nobel de medicina y que nos daba en principio los
cursos de fisiología. Sin embargo él pasaba más tiempo en Estados Unidos que en
Bélgica, y su asistente Berthet daba sus clases. Otros eran mucho menos
apreciados, como Bruylants, el profesor de química, que había heredado la
cátedra de su papá y de su ilustre abuelo, sin ningún mérito propio.
Por tradición centenaria, los estudiantes de ciencias despreciaban los cursos de filosofía, que eran sin embargo interesantes. Uno de los métodos preferidos para molestar al profe era hacer rodar botellas vacías de coca-cola desde la parte alta del auditorio, lo que hacía una bulla impresionante. Otros hacían ruidos de animales. El profesor, quien conocía y respetaba esos usos y costumbres, continuaba tranquilamente su clase y, de manera muy filosófica, leía su periódico durante el examen para no tener que fijarse en los copiones.
Mi memoria de licenciatura era un trabajo sobre la radioactividad en los medios marinos. Las recaídas de los ensayos atómicos en Polinesia francesa eran muy recientes, habían comenzado en 1966 en Mururoa y continuarían todavía por años, pero poco se sabía acerca de esto. Yo trabajaba en la biblioteca del Museo de Historia Natural de Bruselas buscando bibliografía acerca de los efectos de los radioisótopos en las cadenas alimenticias y acerca de su distribución por las corrientes marinas, y ocupaba un pequeño lugar en el Laboratorio de Oceanografía del profesor Capart. Solamente pude terminar la parte teórica del trabajo pero, con la ayuda de Juan Antonio, quien pasó toda una noche corrigiendo mis ecuaciones, impresioné suficientemente al jurado como para aprobar la tesis. De haber seguido en esta vía, podría haber hecho mi doctorado dando la vuelta al mundo en un barco científico, pero para entonces ya tenía otros proyectos.
Eventos sociales
Mientras tanto me había ocurrido algo muy importante: me había enamorado en serio de un futuro doctor en economía y nos casamos en agosto de 1968. El matrimonio fue todo lo más burgués, con una recepción en Lovaina después de la ceremonia religiosa en la parroquia universitaria y un almuerzo interminable en la casa de San Nicolás, al que se había invitado tanto la familia belga como los amigos bolivianos.
Juan Antonio y yo nos instalamos en un pequeño departamento de la plaza
Hoover de Lovaina, entre el parque municipal y la biblioteca. Él terminaba de
escribir su tesis de doctorado (en manuscrito, yo se la pasaba a máquina) y
trabajaba como asistente en el CORE. En 1969 tendríamos una hija: Isabel. Su
bautizo fue otra buena ocasión para reunir a los amigos. Poco después empecé a
trabajar en el laboratorio del profesor Mayaudon, en agronomía, dejando a mi
Isabelita en una guardería donde empezó su temprana educación en flamenco.
Historia contemporánea
Durante los años universitarios, me iba interesando cada vez más en todo lo
que ocurría alrededor mío, en el mundo. Lovaina era un microcosmos, donde se
juntaban estudiantes que llegaban de todas partes, y tanto en el comedor
universitario como en el Círculo Internacional aparecían cada día nuevos
afiches convocando a seminarios y discusiones, se organizaban colectas de
sangre para los refugiados palestinos, de víveres y fondos para las víctimas de
la hambruna en Biafra, se organizaban manifestaciones contra el apartheid en
Sudáfrica y sesiones de estudio del pequeño libro rojo de Mao.
El año 1963 había sido profundamente marcado por el asesinato de J.F.
Kennedy y por otro lado, por la lucha en favor los derechos civiles de los
afroamericanos y en contra de la guerra del Vietnam, especialmente en los
campus universitarios de Estados Unidos donde los chicos se oponían al
reclutamiento y las chicas quemaban sus sostenes. Fue también el año de la primera inmolación de un monje budista
que se prendió fuego, en protesta contra el gobierno de Saigón. Dos años más
tarde, en julio 1965, habría 75.000 soldados americanos en Vietnam.
Mao, Lin Piao, Luis Lairana |
La Revolución Cultural empezó en China el 8 de agosto de 1966. El pequeño
libro rojo del presidente Mao se había convertido en la ley suprema, y era
deber de todo revolucionario comunista denunciar sus vecinos y amigos, hasta
sus propios padres e hijos, por pensamientos o actividades desleales hacia el
Gran Timonel. Los excesos de los guardias rojos causarían una catástrofe
económica de tal magnitud que los militares tuvieron que intervenir en 1969
para poner fin a la aventura.
Durante el año 1968, bajo el presidente americano Lyndon Johnson, la
ofensiva Tet lanzada por los vietcong resultó en una masacre para los dos
lados, por lo que los americanos terminaron por darse cuenta que nunca podrían
ganar la guerra. Camboya,
cuyo territorio servía para el aprovisionamiento de los vietcong, fue
bombardeada sin piedad y el príncipe Norodom Sihanuk fue derrocado por el
mariscal Lon Nol, con ayuda de los Estados Unidos, para ser a su vez
reemplazado por Pol Pot y sus horribles Jemeres Rojos. Por suerte, mi hermana
Nénette y su familia, quienes estaban en Pnom Penh donde Jean cumplía una misión para las Naciones Unidas, pudieron salir de Camboya antes de los bombardeos.
El balance de la guerra de Vietnam para los
americanos fue de 55.000 muertos y 300.000 heridos. Para los vietnamitas,
camboyanos y laocianos, son sin duda muchos más, pero es más difícil contarlos.
Un poco antes, en 1967, tuvo lugar la Guerra de
Seis Días, entre la Egipcia de Nasser e Israel, durante la cual Irak, Jordania
y Siria también fueron bombardeados. Al cabo de la semana los israelitas
ocupaban Jerusalem Este, la Cisjordania y las alturas de Golán, en Siria.
Muchos palestinos tuvieron que huir a campos de refugiados, donde en parte
siguen viviendo, y en Lovaina la Cruz Roja hacía colectas de sangre para los
heridos. Todos los estudiantes se portaron voluntarios.
Salvador Romero, Jaime Virreyra, Juan Antonio. |
El mismo año 1967, Che Guevara empezaba su aventura
guerrillera en Bolivia. Esta guerrilla iba a tener mayor éxito en el marketing
de camisetas y posters con la foto del Che que en resultados revolucionarios. A pesar de
ello, la mayoría de los estudiantes latinoamericanos de Lovaina se entusiasmaban
con la estrategia del foquismo, de acuerdo al ejemplo de Camilo Torres, ex de Lovaina, y compraban pesados botines de marcha para
prepararse a las largas caminatas en la selva, condición esencial del buen
combatiente según los consejos del Che.
Otros como Jaime Paz y Tano Llobet participaban
durante el verano en campos de entrenamiento militar en Albania.
Todos hablaban de ir a vivir en el campo, con los campesinos pobres, pero ya se vería más adelante que sólo eran palabras.
Todos hablaban de ir a vivir en el campo, con los campesinos pobres, pero ya se vería más adelante que sólo eran palabras.
El año 1968 fue realmente un año
extraordinario, durante el cual pasaron muchas cosas. El 4 de abril de ese año
Martín Luther King fue asesinado en Menfis. Su muerte provocaría revueltas
negras en todas las grandes ciudades americanas. El 2 de mayo en Nanterre y el
día siguiente en el barrio latino de París, las manifestaciones de obreros y
estudiantes iban a cambiar el mundo. De allí en adelante, estaría prohibido
prohibir, la imaginación estaría al poder y para ser realistas había que pedir
lo imposible. Después del cierre de la universidad y las violentas
manifestaciones del 10 y 11 de mayo, Daniel Cohn-Bendit (Danny El Rojo,
estudiante de sociología en Nanterre), convocaba una huelga general en toda
Francia el 13 de mayo.
Diez millones de obreros participarían en esa
huelga. El General De Gaulle, bajo la amenaza, hasta escapó a Baden-Baden en Alemania,
pero volvió a Francia el 30 de mayo. En su discurso anunciaba un aumento
general de salarios, lo que dio fin a los reclamos de los obreros, pero la
reforma universitaria recién iba a empezar.
También en 1968, Alexander Dubcek había iniciado unas reformas importantes en el régimen comunista de Checoslovaquia. Al eliminar la censura y haber reformado el sistema económico y político, había permitido una mayor libertad a los habitantes de su país, durante un periodo que se conocería como la primavera de Praga, a pesar de que el fenómeno se dio más bien en agosto, en pleno verano.
Sin embargo los Soviéticos no veían las cosas
de la misma manera, y la “primavera” duró apenas tres semanas. El 20 de agosto,
tres días después de nuestro matrimonio, los rusos invadían Checoslovaquia con
250.000 soldados.
La población civil de Praga inició una resistencia heroica
contra los tanques rusos invasores, pero nos enteramos recién unos días después,
cuando volvimos del viaje de luna de miel. Estábamos haciendo camping en Normandia, adonde
fuimos en el Volkswagen prestado de mi madre. Al momento de volver me di
cuenta que se había caído la llave del coche en la arena de la playa y que era
imposible encontrarla. Volvimos a Bélgica con la ayuda de un mecánico que nos
enseñó como “robar” coches, pasando un alambre por una grieta de la ventana y
haciendo contacto directo para encender el motor.
Finalmente, a partir del mes de octubre, los
problemas iban a exacerbarse en Irlanda del Norte, con una verdadera guerra
entre los combatientes del IRA y la policía de Londonderry, y al año siguiente
con los militares británicos.
Mientras tanto en Lovaina mismo había todos los días manifestaciones de los estudiantes flamencos que querían sacar de la ciudad y del "país flamenco" a la mitad francófona de la universidad. El rector cedió. Se inició la construcción de una nueva ciudad, Lovaina la Nueva, en un campo de beterragas de Ottignies, y hasta los libros de la famosa biblioteca Ladeuze fueron divididos en dos montones, un tomo por aquí, otro tomo por allá.
La universidad
bilingüe de Lovaina, donde también se hablaba inglés y latín y que podía
haber sido una de la grandes universidades europeas, quedó partida por
la mitad y los resentimientos mutuos iban a durar cincuenta años. Fue un
verdadero crimen contra la cultura.
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