lunes, 8 de junio de 2015

El otoño del patriarca



Hugo otra vez

Después de varios intentos que no tuvieron éxito, el general Hugo Banzer salió finalmente ganador en las elecciones de 1997, pero con apenas el 22,2% de los votos. Para poder gobernar, tuvo por lo tanto que armar una mega coalición compuesta por ocho partidos (ADN, MIR, UCS, NFR, MNK, PDC, FSB y CONDEPA), lo que parecía una verdadera sopa de letras, pero le permitía al gobierno contar con el 70% de apoyo en el Congreso.


De izq. a der. Jaime Paz Zamora, MIR, Johnny Fernández, UCS, Hugo Banzer, ADN, Manfred Reyes Villa (el "Bombón"), NFR, Tuto Quiroga, ADN, Motete Zamora, MNK y Remedios Loza (la "Cholita transformer"), CONDEPA.
No existía ninguna cohesión entre ellos, fuera del anhelo de ocupar puestos en los ministerios, pero Banzer había insistido en un programa mínimo de dos puntos: la erradicación de las plantaciones ilegales de coca y la lucha contra la pobreza. Pronto se vería que estos dos objetivos eran difíciles de lograr al mismo tiempo. Para muchos campesinos pobres y para los mineros despedidos de la COMIBOL en 1986, durante la “relocalización” de Paz Estenssoro, el cultivo de la coca y la producción de pasta base de cocaína eran la principal opción para salir de la pobreza y el desempleo.


Durante las primeras tareas de erradicación en el Trópico de Cochabamba, los productores de coca eran compensados de manera relativamente generosa por cada hectárea de arbustos arrancados, pero se apresuraban en establecer almácigos y nuevas plantaciones, un poco más adentro de la selva, para recibir la indemnización una segunda y una tercera vez. El programa tuvo que ser abandonado por falta de fondos. 

La condición de ex dictador arrepentido del presidente Banzer lo inhibía de tomar medidas demasiado impopulares y represivas y debo decir que, en General (pueden apreciar el juego de palabras), se comportó de manera relativamente democrática. Sin embargo muchos no dejaban de reprocharle su pasado dictatorial.


Me acuerdo de los graffiti en los muros de la ciudad, con las siluetas de cuerpos caídos pintadas con trazos blancos, como lo hace la policía después de un asesinato. La leyenda “30 no son 30” se refería al hecho que, a pesar de los casi treinta años transcurridos desde el golpe de estado de 1971, no existía justicia ni resarcimiento para las víctimas de los militares. 

Hoy mismo, en 2015, las víctimas del plan Cóndor de Banzer, y también de otras dictaduras como las de Natusch Busch y García Meza, siguen buscando información acerca de los desaparecidos y esperando una ayuda del Estado para los heridos y los familiares de las víctimas. Desde hace años, se mantiene un campamento en el Prado de La Paz, frente al Ministerio de Justicia, donde la Asociación de Víctimas de las Dictaduras mantiene vigilia hasta el día de hoy, esperando respuestas que nunca llegan.
 

Más historias tristes

En 1998 ocurrió un fuerte terremoto en los alrededores de Cochabamba, que destruyó las poblaciones de Totora, Aiquile y Mizque. Los terremotos no son nada frecuentes en Bolivia, o cuando los hay, son más bien leves. Los bolivianos se movilizaron inmediatamente organizando colectas de víveres y otras donaciones, mostrando toda su solidaridad, pero se armó un escándalo cuando el gobierno compró, con parte de los fondos destinados a las víctimas por la ayuda internacional, un avión beechcraft, avión destinado a los desplazamientos del presidente y que no ayudaba en nada a las poblaciones afectadas por el siniestro.


Un nuevo milenio

El año 2000 llegó sin problemas, a pesar de todas las predicciones de los milenaristas, que anunciaban el fin del mundo, y de los informáticos que temían el efecto del famoso Y2K, que afectaría a todas las computadora que no podían contar más allá del número 1999. Pero nada ocurrió y ninguna de las máquinas del Banco Central hizo explosión el primero de enero.
Cuentos de agua

Fue sin embargo un año complicado. El 3 de abril empezaba la “guerra del agua” en Cochabamba, para protestar contra la elevación de tarifas de la compañía Aguas del Tunari. El aumento, según declaraciones de la empresa, permitiría ampliar la distribución de agua potable a nuevos barrios. Capitaneada por Óscar Olivera, la guerra del agua fue apoyada por buena parte de la población citadina, además de los “regantes” de áreas rurales, porque la empresa quería controlar la extracción de agua de pozos profundos. También participaron los “aguateros”, que llevan cisternas de agua de mala calidad, para venderla a precios altos en las zonas que no tienen el servicio.  

Las peleas por el agua en Cochabamba ya tenían una larga historia y habían empezado en los años ochenta, con el proyecto sobredimensionado de Misicuni, que 45 años después todavía no se ha hecho realidad. Algunos funcionarios internacionales llevaron algo lejos el sarcasmo, hasta decir que sería más barato regar los cultivos del valle con champaña. En 1996 Goni había propuesto la alternativa de captar el agua de la represa Corani, a menor costo, pidiendo en tono de broma si los vallunos querían “Misicuni o agua”, pero los cochalas le contestaron que querían “Misicuni o nada”.

El 3 de diciembre de 1999 el gobierno firmó un contrato con el consorcio Aguas del Tunari para las obras del proyecto múltiple Misicuni, contrato por el cual la nueva empresa asumía también las funciones de SEMAPA por 40 años y pagaba la deuda que ésta tenía, de unos treinta millones de dólares.

En enero de 2000 se anunció un aumento de tarifas de un 20%, en escala diferenciada según consumo (es decir, los que consumen más pagan proporcionalmente más). Durante una reunión de conciliación, mediada por la iglesia, la policía arrestó inexplicablemente varios de los participantes. El gobierno los tuvo que liberar el día siguiente y congelar las tarifas de agua, pero el 8 de abril se manejaban en Cochabamba cocteles molotov, gases y armas de fuego, incendiaron la prefectura, vehículos oficiales y las motocicletas de la policía. Hubo un muerto y muchos heridos. Aguas del Tunari tuvo que irse.

La protesta no se había limitado a Cochabamba y tenía repercusiones en el Altiplano, con bloqueos organizados por Felipe Quispe y, en El Alto, con las exigencias de Roberto de la Cruz.  Ambos amenazaban con cercar la ciudad de La Paz como en los viejos tiempos, impidiendo la entrada de alimentos, y hasta la llegada del agua.   

Banzer decretó el estado de sitio el 8 de abril del año 2000, porque el país se había paralizado totalmente debido a tantas protestas. Curiosamente, la policía aprovechó el pánico para amotinarse, pidiendo aumentos de sueldo del 50%. El estado de sitio fracasó en consecuencia, a pesar de la intervención militar. Las manifestaciones, asaltos a tiendas de barrios populares, marchas y bloqueos continuaban como si nada. Tampoco hubo toque de queda ni dirigentes residenciados.  

Para los que no se acuerdan por ser muy jóvenes, el estado de sitio es un estado de excepción declarado por decreto, durante el cual es posible mandar las cabezas calientes a residir en provincias lejanas por tres meses, renovables. El ministro del interior escogía preferentemente lugares tropicales llenos de mosquitos o comarcas gélidas del Altiplano, en ambos casos lugares sin comunicación con el resto del mundo. Víctor Paz había utilizado varias veces estas opciones en sus tiempos, al igual que Banzer en su primer gobierno.
Esta historia se cuenta, con algunas imprecisiones, en la película española “También la lluvia” de 2010, película que tuvo gran éxito en muchos países y fue objeto de premiaciones y profundos debates entre izquierdistas europeos. En todo caso, es una buena película, y les aconsejo verla si no lo han hecho. Gael García Bernal no es demasiado mal actor y Juan Carlos Aduviri es una revelación. Pero desde entonces, el problema del agua continúa sin solución en Cochabamba y la guerra del año 2000 no arregló nada en absoluto.

También continúan todo ese año los atentados, tanto en el Chapare, donde los cocaleros ocultan cazabobos para evitar la erradicación de la coca y donde ocurre el espantoso caso de tortura y asesinato de los esposos Andrade, y en Achacachi, donde el capitán Téllez, malherido en una emboscada, es sacado a la fuerza del hospital por los campesinos para rematarlo en el patio.

Un asunto personal

Tuvimos nuestra propia guerra ese año 2000: un neurinoma acústico que demandó una cirugía urgente y muy delicada en Santiago de Chile, y una larga convalecencia de mi marido. Por suerte nuestro amigo Pancho León nos albergó durante un mes en su linda casa y nos mimaba cocinando tagliatelle (muy) al dente, acompañado de los deliciosos vinos Carmenere de su reserva personal. 


El nuevo siglo empieza mal

El 11 de septiembre de 2001 es una fecha que nadie olvidará en mucho tiempo. El ataque a las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, transmitido en directo en todos los aparatos de televisión del mundo entero, causaba estupor y pánico. Sin embargo en la ciudad de El Alto circulaban en los días siguientes algunos minibuses con el retrato de Ossama Bin Laden pegado al vidrio trasero. Algunos consideraban este horrible atentado, con tantos muertos, como una victoria  del pueblo contra el imperialismo.


En febrero del 2002, ocurrió una inundación catastrófica en el centro de La Paz. Un fuerte granizo había castigado la ciudad, llenando y obstruyendo el túnel de San Francisco, colmatando todas les entradas de alcantarillas y llenando los sótanos y las tiendas de la calle Mercado (anteriormente llamada calle Honda, con razón). El agua atravesó luego con inmensa fuerza toda la ciudad, pasando por el Prado, Sopocachi Bajo y Obrajes, llevando todo a su paso, peatones, quioscos y movilidades, hacia el engrosado río Choqueyapu, hasta el puente de Lipari. Hubo más de setenta muertos.

 
Transiciones

Durante su vicepresidencia, Tuto Quiroga había iniciado en 1997 una serie de “diálogos nacionales” para fijar el programa de lucha contra la pobreza de Banzer, que incluiría la distribución de recursos del HPIC (la condonación de deuda de los países altamente endeudados), en relación a los índices de población y las zonas de mayor pobreza. Para contar con los datos necesarios, se realizó el año 2001 el censo de población y vivienda, que ya tenía un año de atraso. 

Una de las novedades de este censo fue la pregunta “¿Usted se considera originario?”. Antes se pedía a las personas si hablaban algún idioma nativo, resultando en números cada vez menores que respondían que sí. Con el cambio de pregunta, y la falta de una categoría de “mestizos”, los resultados fueron inesperadamente altos, ya que casi todos tenían algún antepasado indígena o se identificaban culturalmente con algún grupo nativo (el 60%). Otra sorpresa fue realizar que Santa Cruz se había convertido en la ciudad más grande de Bolivia, sobrepasando a La Paz. 


Ese mismo año, el cáncer de Hugo Banzer le impidió concluir su mandato y el general fue reemplazado por el vicepresidente Quiroga el 6 de agosto de 2001. Sin embargo, desde que juró a la presidencia, Tuto perdió el impulso y no puso en práctica las conclusiones del plan “Oportunidad, Dignidad, Justicia, Equidad”, resultado de los diálogos que había conducido. Además había peleas constantes entre Dinosaurios y Pitufos, es decir la vieja y la nueva guardia de ADN. A falta de mayores ideas, Tuto se limitaba a recitar refranes y hacer rimas.

La gente especulaba que en realidad no quería arriesgarse mucho y que prefería esperar, virgen e inmaculado, las elecciones de 2007 para ser candidato a la presidencia. Fue un pésimo cálculo: muchas cosas irían a pasar antes del 2007 y no habría ni siquiera elecciones ese año. 

Mi familia política

Tenemos políticos en la familia. Para las nuevas elecciones previstas para el año 2002, a las cuales según la constitución Quiroga no se podía presentar, tanto mi cuñado Rolando Morales como mi prima Marlene Fernández habían presentado su candidatura, aunque para dos partidos muy diferentes. Rolando era candidato a la presidencia por el Partido Socialista Uno, mientras que Marlene se presentó como aspirante a la vice presidencia con Johnny Fernández, hijo de Max, y candidato de la UCS.

En cuanto a Rolando, a pesar del apoyo de toda la familia Morales y anexos, además de muchos amigos que también votaron por él, los resultados fueron bastante decepcionantes. Tengo que decir que el candidato a diputado de nuestro distrito no era muy dinámico y se contentaba, por toda campaña electoral, con pasear en auto por la zona sur, bajando el vidrio para saludar a sus amigos de vez en cuando.

Hubo una multitud de partidos pequeños durante esta elección y por primera vez habría una importante representación de campesinos e indígenas en el parlamento, algunos con plumas, no siempre genuinas, otros de poncho y sombrero. Los arcos y las flechas sin embargo se requisaban en la puerta de entrada.

Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa ganaron estas elecciones, pero la distancia entre el MNR de Goni, el NFR de Manfred Reyes Villa (ex alcalde de Cochabamba) y el MAS de Evo Morales era muy pequeña.


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