Hugo otra vez
Después de varios intentos que no
tuvieron éxito, el general Hugo Banzer salió finalmente ganador en las
elecciones de 1997, pero con apenas el 22,2% de los votos. Para poder gobernar,
tuvo por lo tanto que armar una mega coalición compuesta por ocho partidos
(ADN, MIR, UCS, NFR, MNK, PDC, FSB y CONDEPA), lo que parecía una verdadera
sopa de letras, pero le permitía al gobierno contar con el 70% de apoyo en el
Congreso.
No existía ninguna cohesión entre
ellos, fuera del anhelo de ocupar puestos en los ministerios, pero Banzer había
insistido en un programa mínimo de dos puntos: la erradicación de las
plantaciones ilegales de coca y la lucha contra la pobreza. Pronto se vería que
estos dos objetivos eran difíciles de lograr al mismo tiempo. Para muchos
campesinos pobres y para los mineros despedidos de la COMIBOL en 1986, durante
la “relocalización” de Paz Estenssoro, el cultivo de la coca y la producción de
pasta base de cocaína eran la principal opción para salir de la pobreza y el
desempleo.
Durante las primeras tareas de erradicación
en el Trópico de Cochabamba, los productores de coca eran compensados de manera
relativamente generosa por cada hectárea de arbustos arrancados, pero se
apresuraban en establecer almácigos y nuevas plantaciones, un poco más adentro
de la selva, para recibir la indemnización una segunda y una tercera vez. El
programa tuvo que ser abandonado por falta de fondos.
La condición de ex dictador
arrepentido del presidente Banzer lo inhibía de tomar medidas demasiado
impopulares y represivas y debo decir que, en General (pueden apreciar el juego
de palabras), se comportó de manera relativamente democrática. Sin embargo
muchos no dejaban de reprocharle su pasado dictatorial.
Me acuerdo de los graffiti en los
muros de la ciudad, con las siluetas de cuerpos caídos pintadas con trazos
blancos, como lo hace la policía después de un asesinato. La leyenda “30 no son
30” se refería al hecho que, a pesar de los casi treinta años transcurridos
desde el golpe de estado de 1971, no existía justicia ni resarcimiento para las
víctimas de los militares.
Hoy mismo, en 2015, las víctimas
del plan Cóndor de Banzer, y también de otras dictaduras como las de Natusch
Busch y García Meza, siguen buscando información acerca de los desaparecidos y
esperando una ayuda del Estado para los heridos y los familiares de las
víctimas. Desde hace años, se mantiene un campamento en el Prado de La Paz,
frente al Ministerio de Justicia, donde la Asociación de Víctimas de las
Dictaduras mantiene vigilia hasta el día de hoy, esperando respuestas que nunca
llegan.
Más historias tristes
En 1998 ocurrió un fuerte
terremoto en los alrededores de Cochabamba, que destruyó las poblaciones de
Totora, Aiquile y Mizque. Los terremotos no son nada frecuentes en Bolivia, o
cuando los hay, son más bien leves. Los bolivianos se movilizaron
inmediatamente organizando colectas de víveres y otras donaciones, mostrando
toda su solidaridad, pero se armó un escándalo cuando el gobierno compró, con
parte de los fondos destinados a las víctimas por la ayuda internacional, un
avión beechcraft, avión destinado a los desplazamientos del presidente y que no
ayudaba en nada a las poblaciones afectadas por el siniestro.
El año 2000 llegó sin problemas,
a pesar de todas las predicciones de los milenaristas, que anunciaban el fin
del mundo, y de los informáticos que temían el efecto del famoso Y2K, que
afectaría a todas las computadora que no podían contar más allá del número
1999. Pero nada ocurrió y ninguna de las máquinas del Banco Central hizo
explosión el primero de enero.
Cuentos de agua
Fue sin embargo un año complicado. El 3 de abril empezaba la “guerra del agua” en Cochabamba, para protestar contra la elevación de tarifas de la compañía Aguas del Tunari. El aumento, según declaraciones de la empresa, permitiría ampliar la distribución de agua potable a nuevos barrios. Capitaneada por Óscar Olivera, la guerra del agua fue apoyada por buena parte de la población citadina, además de los “regantes” de áreas rurales, porque la empresa quería controlar la extracción de agua de pozos profundos. También participaron los “aguateros”, que llevan cisternas de agua de mala calidad, para venderla a precios altos en las zonas que no tienen el servicio.
Fue sin embargo un año complicado. El 3 de abril empezaba la “guerra del agua” en Cochabamba, para protestar contra la elevación de tarifas de la compañía Aguas del Tunari. El aumento, según declaraciones de la empresa, permitiría ampliar la distribución de agua potable a nuevos barrios. Capitaneada por Óscar Olivera, la guerra del agua fue apoyada por buena parte de la población citadina, además de los “regantes” de áreas rurales, porque la empresa quería controlar la extracción de agua de pozos profundos. También participaron los “aguateros”, que llevan cisternas de agua de mala calidad, para venderla a precios altos en las zonas que no tienen el servicio.
Las peleas por el agua en
Cochabamba ya tenían una larga historia y habían empezado en los años ochenta,
con el proyecto sobredimensionado de Misicuni, que 45 años después todavía no
se ha hecho realidad. Algunos funcionarios internacionales llevaron algo lejos
el sarcasmo, hasta decir que sería más barato regar los cultivos del valle con
champaña. En 1996 Goni había propuesto la alternativa de captar el agua de la
represa Corani, a menor costo, pidiendo en tono de broma si los vallunos
querían “Misicuni o agua”, pero los cochalas le contestaron que querían
“Misicuni o nada”.
El 3 de diciembre de 1999 el
gobierno firmó un contrato con el consorcio Aguas del Tunari para las obras del
proyecto múltiple Misicuni, contrato por el cual la nueva empresa asumía también
las funciones de SEMAPA por 40 años y pagaba la deuda que ésta tenía, de
unos treinta millones de dólares.
En enero de 2000 se anunció un
aumento de tarifas de un 20%, en escala diferenciada según consumo (es decir,
los que consumen más pagan proporcionalmente más). Durante una reunión de conciliación,
mediada por la iglesia, la policía arrestó inexplicablemente varios de los
participantes. El gobierno los tuvo que liberar el día siguiente y congelar las
tarifas de agua, pero el 8 de abril se manejaban en Cochabamba cocteles
molotov, gases y armas de fuego, incendiaron la prefectura, vehículos oficiales
y las motocicletas de la policía. Hubo un muerto y muchos heridos. Aguas del
Tunari tuvo que irse.
La protesta no se había limitado a Cochabamba y tenía repercusiones en el Altiplano, con bloqueos organizados por Felipe Quispe y, en El Alto, con las exigencias de Roberto de la Cruz. Ambos amenazaban con cercar la ciudad de La Paz como en los viejos tiempos, impidiendo la entrada de alimentos, y hasta la llegada del agua.
La protesta no se había limitado a Cochabamba y tenía repercusiones en el Altiplano, con bloqueos organizados por Felipe Quispe y, en El Alto, con las exigencias de Roberto de la Cruz. Ambos amenazaban con cercar la ciudad de La Paz como en los viejos tiempos, impidiendo la entrada de alimentos, y hasta la llegada del agua.
Banzer decretó el estado de sitio
el 8 de abril del año 2000, porque el país se había paralizado totalmente
debido a tantas protestas. Curiosamente, la policía aprovechó el pánico para
amotinarse, pidiendo aumentos de sueldo del 50%. El estado de sitio fracasó en
consecuencia, a pesar de la intervención militar. Las manifestaciones, asaltos
a tiendas de barrios populares, marchas y bloqueos continuaban como si nada. Tampoco
hubo toque de queda ni dirigentes residenciados.
Para los que no se acuerdan por ser
muy jóvenes, el estado de sitio es un estado de excepción declarado por
decreto, durante el cual es posible mandar las cabezas calientes a residir en
provincias lejanas por tres meses, renovables. El ministro del interior escogía
preferentemente lugares tropicales llenos de mosquitos o comarcas gélidas del
Altiplano, en ambos casos lugares sin comunicación con el resto del mundo.
Víctor Paz había utilizado varias veces estas opciones en sus tiempos, al igual
que Banzer en su primer gobierno.
Esta historia se cuenta, con
algunas imprecisiones, en la película española “También la lluvia” de 2010,
película que tuvo gran éxito en muchos países y fue objeto de premiaciones y
profundos debates entre izquierdistas europeos. En todo caso, es una buena
película, y les aconsejo verla si no lo han hecho. Gael García Bernal no es
demasiado mal actor y Juan Carlos Aduviri es una revelación. Pero desde
entonces, el problema del agua continúa sin solución en Cochabamba y la guerra
del año 2000 no arregló nada en absoluto.
También continúan todo ese año los
atentados, tanto en el Chapare, donde los cocaleros ocultan cazabobos para
evitar la erradicación de la coca y donde ocurre el espantoso caso de tortura y
asesinato de los esposos Andrade, y en Achacachi, donde el capitán Téllez,
malherido en una emboscada, es sacado a la fuerza del hospital por los campesinos para
rematarlo en el patio.
Un asunto personal
Un asunto personal
Tuvimos nuestra propia guerra ese
año 2000: un neurinoma acústico que demandó una cirugía urgente y muy delicada
en Santiago de Chile, y una larga convalecencia de mi marido. Por suerte
nuestro amigo Pancho León nos albergó durante un mes en su linda casa y nos
mimaba cocinando tagliatelle (muy) al dente, acompañado de los deliciosos vinos
Carmenere de su reserva personal.
El nuevo siglo empieza mal
El 11 de septiembre de 2001 es una fecha que nadie olvidará en mucho tiempo. El ataque a las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, transmitido en directo en todos los aparatos de televisión del mundo entero, causaba estupor y pánico. Sin embargo en la ciudad de El Alto circulaban en los días siguientes algunos minibuses con el retrato de Ossama Bin Laden pegado al vidrio trasero. Algunos consideraban este horrible atentado, con tantos muertos, como una victoria del pueblo contra el imperialismo.
En febrero del 2002, ocurrió una inundación catastrófica en el centro de La Paz. Un fuerte granizo había castigado la ciudad, llenando y obstruyendo el túnel de San Francisco, colmatando todas les entradas de alcantarillas y llenando los sótanos y las tiendas de la calle Mercado (anteriormente llamada calle Honda, con razón). El agua atravesó luego con inmensa fuerza toda la ciudad, pasando por el Prado, Sopocachi Bajo y Obrajes, llevando todo a su paso, peatones, quioscos y movilidades, hacia el engrosado río Choqueyapu, hasta el puente de Lipari. Hubo más de setenta muertos.
Transiciones
Durante su vicepresidencia, Tuto
Quiroga había iniciado en 1997 una serie de “diálogos nacionales” para fijar el
programa de lucha contra la pobreza de Banzer, que incluiría la distribución de
recursos del HPIC (la condonación de deuda de los países altamente endeudados),
en relación a los índices de población y las zonas de mayor pobreza. Para
contar con los datos necesarios, se realizó el año 2001 el censo de población y
vivienda, que ya tenía un año de atraso.
Una de las novedades de este censo fue
la pregunta “¿Usted se considera originario?”. Antes se pedía a las personas si hablaban algún idioma nativo, resultando en números cada vez menores que respondían que sí. Con el
cambio de pregunta, y la falta de una categoría de “mestizos”, los resultados
fueron inesperadamente altos, ya que casi todos tenían algún antepasado
indígena o se identificaban culturalmente con algún grupo nativo (el 60%). Otra
sorpresa fue realizar que Santa Cruz se había convertido en la ciudad más
grande de Bolivia, sobrepasando a La Paz.
Ese mismo año, el cáncer de Hugo
Banzer le impidió concluir su mandato y el general fue reemplazado por el
vicepresidente Quiroga el 6 de agosto de 2001. Sin embargo, desde que juró a la
presidencia, Tuto perdió el impulso y no puso en práctica las conclusiones del
plan “Oportunidad, Dignidad, Justicia, Equidad”, resultado de los diálogos que
había conducido. Además había peleas constantes entre Dinosaurios y Pitufos, es
decir la vieja y la nueva guardia de ADN. A falta de mayores ideas, Tuto se
limitaba a recitar refranes y hacer rimas.
La gente especulaba que en
realidad no quería arriesgarse mucho y que prefería esperar, virgen e
inmaculado, las elecciones de 2007 para ser candidato a la presidencia. Fue un
pésimo cálculo: muchas cosas irían a pasar antes del 2007 y no habría ni
siquiera elecciones ese año.
Mi familia política
Tenemos políticos en la familia. Para las nuevas elecciones
previstas para el año 2002, a las cuales según la constitución Quiroga no se podía presentar, tanto mi cuñado Rolando Morales como mi prima
Marlene Fernández habían presentado su candidatura, aunque para dos partidos
muy diferentes. Rolando era candidato a la presidencia por el Partido Socialista
Uno, mientras que Marlene se presentó como aspirante a la vice presidencia con
Johnny Fernández, hijo de Max, y candidato de la UCS.
En cuanto a Rolando, a pesar del apoyo de toda la familia Morales y anexos, además de muchos amigos que también
votaron por él, los resultados fueron bastante decepcionantes. Tengo que decir
que el candidato a diputado de nuestro distrito no era muy dinámico y se
contentaba, por toda campaña electoral, con pasear en auto por la zona sur,
bajando el vidrio para saludar a sus amigos de vez en cuando.
Hubo una multitud de partidos
pequeños durante esta elección y por primera vez habría una importante
representación de campesinos e indígenas en el parlamento, algunos con plumas,
no siempre genuinas, otros de poncho y sombrero. Los arcos y las flechas sin embargo se requisaban
en la puerta de entrada.
Gonzalo Sánchez de Lozada y
Carlos Mesa ganaron estas elecciones, pero la distancia entre el MNR de Goni,
el NFR de Manfred Reyes Villa (ex alcalde de Cochabamba) y el MAS de Evo
Morales era muy pequeña.
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